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36 LITERATURA
la Ilíada - caNto i - fragmeNto
Canta, oh, diosa, la cólera del pelida Aquiles; —¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges
cólera funesta que causó infinitos males a los a Crisa y a la divina Cila, e imperas en Tendeos
aqueos y precipitó al Hades muchas almas poderosamente! ¡Oh, Esmintio! Si alguna vez
valerosas de héroes, a quienes hizo presa de adorné tu gracioso templo o quemé en tu honor
perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme
de Zeus— desde que se enemistaron el atrida, este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con
rey de hombres, y el divino Aquiles. tus flechas!
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la Tal fue su plegaria. Oyóla Febo Apolo, e, irritado
contienda para que pelearan? El hijo de Zeus y en su corazón, descendió de las cumbres del
de Leto. Este, airado con el rey por el ultraje que Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los
el atrida infiriera al sacerdote Crises, suscitó en hombros; las saetas resonaron sobre la espalda
el ejército maligna peste y los hombres perecían. del enojado dios, cuando comenzó a moverse.
Iba parecido a la noche. Sentóse lejos de las
Deseando redimir a su hija, Crises se había naves, tiró una flecha, y el arco de plata dio
presentado en las veleras naves aqueas con un terrible chasquido. Al principio el dios
un inmenso rescate y las ínfulas del flechador disparaba contra los mulos y los ágiles perros;
Apolo, que pendían de áureo cetro, en la mano; mas luego dirigió sus mortíferas saetas a los
y a todos los aqueos, y particularmente a los dos hombres, y continuamente ardían muchas piras
atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba: de cadáveres.
Durante nueve días volaron por el ejército las
—¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas!
Los dioses, que poseen olímpicos palacios, flechas del dios. En el décimo, Aquiles convocó
os permitan destruir la ciudad de Príamo al pueblo a junta: se lo puso en el corazón Hera,
y regresar felizmente a la patria. Poned en la diosa de los níveos brazos, que se interesaba
libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando por los dánaos, a quienes veía morir. Acudieron
al hijo de Zeus, al flechador Apolo. éstos y, una vez reunidos, Aquiles, el de los pies
ligeros, se levantó y dijo:
Todos los aqueos aprobaron a voces que —¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás,
se respetase al sacerdote y se admitiera el yendo otra vez errantes, si escapamos de la
espléndido rescate, mas el atrida Agamenón, muerte; pues si no, la guerra y la peste unidas
a quien no plugo el acuerdo, le mandó acabarán con los aqueos. Mas, ea, consultemos
enhoramala con amenazador lenguaje: a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños
—también el sueño procede de Zeus— para que
—Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo:
cóncavas naves, ya porque demores tu partida, si está quejoso con motivo de algún voto o
ya porque vuelvas luego; pues quizás no te hecatombe, y si quemando en su obsequio
valgan el cetro y las ínfulas del dios. A aquélla grasa de corderos y de cabras escogidas, querrá
no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi apartar de nosotros la peste y la muerte tan
casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en odiada.
el telar y compartiendo mi lecho. Pero vete; no (…)
me irrites, para que puedas irte sano y salvo.
Conoce más de la Cód. 8
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el Ilíada en este QR,
mandato. Sin desplegar los labios, fuese por la con este video
orilla del estruendoso mar, y en tanto se alejaba, de la historia del
dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, hijo caballo de Troya
de Leto, la de hermosa cabellera: uqr.to/10kox