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LITERATURA              15


            Diario de Antonio Pigafetta



                  Fragmento


            El miércoles 28 de Noviembre desembocamos del estrecho para entrar en el gran mar, al que
            enseguida llamamos mar Pacífico, en el cual navegamos durante tres meses y veinte días sin
            probar ningún alimento fresco. El bizcocho que comíamos no era ya pan, sino un polvo mezclado
            con gusanos, que habían devorado toda la sustancia y que tenía un hedor insoportable por estar
            empapado en orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber era igualmente pútrida
            y hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terrible trance de comer pedazos del cuero
            con que se había recubierto el palo mayor para impedir que la madera rozase las cuerdas. Este
            cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que había que remojarlo
            en el mar durante cuatro o cinco días para ablandarlo un poco, y enseguida lo cocíamos y lo
            comíamos. Frecuentemente quedó reducida nuestra alimentación a serrín de madera como
            única comida, pues hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan
            caro, que se pagaba cada una a medio ducado.

            Durante estos tres meses y veinte días recorrimos cuatro mil leguas poco más o menos en el
            mar que llamamos Pacífico, porque mientras hicimos nuestra travesía no hubo la menor
            tempestad. No descubrimos en este tiempo ninguna tierra, excepto dos islas desiertas en las
            que no encontramos más que pájaros y árboles, por cuya razón las designamos con el nombre
            de islas Infortunadas. No encontramos fondo a lo largo de estas costas, y no vimos más que
            muchos tiburones. Están a doscientas leguas una de otra. La primera está a los 15º de latitud
            meridional; la segunda, a los 9º […]

            Son fornidos y recios. Su tez es de color aceitunado, pero nos
            dijeron que nacen blancos y se vuelven morenos con la edad.
            Se colorean con arte los dientes, pintándoselos de rojo y de
            negro, lo que pasa entre ellos como una belleza. Las mujeres
            son hermosas, de buena talla y más blancas que los hombres.
            Tienen los cabellos muy negros, lacios y tan largos que casi
            arrastran sobre la tierra. Van desnudas como los hombres,
            aunque a veces cubren sus partes naturales con una tira
            estrecha de tela o, mejor dicho, con una corteza blanda como
            el papel, que se extrae del tallo de la palmera.

            Solo trabajan en sus casas, y hacen esteras y cestas con hojas
            de palmeras y otras labores semejantes para usos domésticos.
            Unos y otras se untan los cabellos y todo el cuerpo con aceite
            de coco y de giongiolí. […] Por lo maravillados y sorprendidos   Sabemos lo que ocurrió en la primera vuelta al mun-
            que quedaron al vernos, estos ladrones creían, sin duda, ser  do gracias a Antonio Pigafetta (1491-1534). Este cro-
            los únicos habitantes del mundo.                                nista italiano acompañó a Fernando de Magallanes
                                                                            en sus aventuras alrededor del mundo y escribió “El
                                                                            primer viaje en torno al Globo”.





                       GLOSARIO



            Estrecho. Paso angosto comprendido entre dos tierras y por el cual se comunica un mar con otro.
            Hedor. Olor muy fuerte y desagradable.
            Meridional. Del sur o relacionado con una región del sur.
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